La hierba nos trae recuerdos del campo, del bosque, y las
setas son algo que abunda en cualquier tipo de superficie parecida. Por eso no
nos extraña que haya una seta, o algo similar, sobre esta hierba. Sin embargo,
la seta no es real, no es un ser vivo. Es una lámpara con su forma, algo que
desde fuera puede confundir si no lo miramos de cerca, pero que desde dentro es
completamente distinto.
Esta lámpara tiene una forma distinta de lo que es, es
decir, aparenta algo que no es. Se puede encontrar una similitud bastante
palpable en la actitud de ciertas personas, que aparentan ser un tipo de
persona contrario al que realmente son. ¿Por qué hacen esto? Normalmente para
encajar en un ambiente donde se requiere esta apariencia, al igual que la
lámpara intenta encajar en la tierra de donde sale la hierba, pero no lo
consigue, pues al no ser una seta, no puede enraizarse.
Las apariencias que los humanos creamos para poder ser
aceptados en la sociedad, en un grupo de personas, en un trabajo específico,
etc. no suelen ser reflejos de nuestra personalidad, sino todo lo contrario, y
esto normalmente acaba por matarnos un poquito por dentro. Obviamente, no puede
sucederle lo mismo a la lámpara, ¿no? Bueno, así como la hierba se nutre de la
tierra, la lámpara tiene su propia fuente de alimentación: las pilas que
consume. Una vez se quede sin, se apagará. La comparación es completamente
exacta a una persona que, intentando hacerse un lugar en el mundo, en su mundo,
cada segundo que pasa bajo esta apariencia va muriendo un poco, va apagándose su
verdadera personalidad, la que esconde solo por poder ser alguien.
Por ello, llegamos a la conclusión de que incluso una
lámpara con forma de seta puede hacer que el cerebro humano piense y se plantee
esta situación, la respuesta a la pregunta filosófica que esta imagen tan
aparentemente inocente nos plantea casi sin darse cuenta.
Seudónimo: Lurien, El Vigilante
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