16 años vividos. Mirando al cielo, sus nubes densas, blancas y brillantes, cuyos bordes se chocan… y preguntándome que habrá después. Días que un sentimiento se aferra dentro de mí y me dice: -Tranquila, no tengas miedo. Días que siento un vacío, probablemente la respuesta no la llegue nunca a saber, quizá sea cerrar los ojos y olvidarse de todo, o quizá exista Él, mi Señor, y me extienda la mano para llevarme a su lado, más allá de las nubes que hasta ahora solo he conseguido ver. Me encuentro tumbada en la raíz de este árbol, el único capaz de distraerme y relajarme cuando más lo necesito. Observo la cantidad de cruces, ángeles, y flores que me rodean. La tranquilidad que se siente en un cementerio, no la llegaré a sentir nunca en ningún otro lado. No puede ser que toda la gente que se encuentra allí, allí se haya quedado. Que sí, que la vida es injusta, pero nadie se merece tan poco. ¿Y el frio que sentí ese día?, esa noche en esa salita donde seguro que Él se encontraba, ese aire que sentí que me rodeaba, y me agarraba de la mano transmitiéndome que estaba ahí conmigo, algo significaba. Algo significaba eso, era una respuesta a todas mis preguntas. Probablemente no las consiga contestar, pero sé que todas ellas me llevan hacía su camino, su palabra. Pero hoy el cielo está de otro color, hay nubes negras como montañas oscuras, hoy al cielo le falta algo, o quizá sea que a mi corazón le falta ese sentimiento que solo por temporadas conmigo se encuentra. Pero siento que no hay nada más allá, que solo tenemos una simple función en la vida, encontrar la felicidad. Puede que no exista, que después de un par de años de morir, habremos desaparecido ya por completo, de la realidad y de los recuerdos. ¿Y qué queda luego? Nada, materia. Simple materia. Siempre he vivido mirando al cielo, y nunca he encontrado dos nubes idénticas. Así quiero morir. Buscando a la pregunta, una respuesta que hasta ahora desconozco.
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16 años vividos. Mirando al cielo, sus nubes densas, blancas y brillantes, cuyos bordes se chocan… y preguntándome que habrá después. Días que un sentimiento se aferra dentro de mí y me dice: -Tranquila, no tengas miedo. Días que siento un vacío, probablemente la respuesta no la llegue nunca a saber, quizá sea cerrar los ojos y olvidarse de todo, o quizá exista Él, mi Señor, y me extienda la mano para llevarme a su lado, más allá de las nubes que hasta ahora solo he conseguido ver.
Me encuentro tumbada en la raíz de este árbol, el único capaz de distraerme y relajarme cuando más lo necesito. Observo la cantidad de cruces, ángeles, y flores que me rodean. La tranquilidad que se siente en un cementerio, no la llegaré a sentir nunca en ningún otro lado. No puede ser que toda la gente que se encuentra allí, allí se haya quedado. Que sí, que la vida es injusta, pero nadie se merece tan poco. ¿Y el frio que sentí ese día?, esa noche en esa salita donde seguro que Él se encontraba, ese aire que sentí que me rodeaba, y me agarraba de la mano transmitiéndome que estaba ahí conmigo, algo significaba. Algo significaba eso, era una respuesta a todas mis preguntas. Probablemente no las consiga contestar, pero sé que todas ellas me llevan hacía su camino, su palabra. Pero hoy el cielo está de otro color, hay nubes negras como montañas oscuras, hoy al cielo le falta algo, o quizá sea que a mi corazón le falta ese sentimiento que solo por temporadas conmigo se encuentra. Pero siento que no hay nada más allá, que solo tenemos una simple función en la vida, encontrar la felicidad. Puede que no exista, que después de un par de años de morir, habremos desaparecido ya por completo, de la realidad y de los recuerdos. ¿Y qué queda luego? Nada, materia. Simple materia.
Siempre he vivido mirando al cielo, y nunca he encontrado dos nubes idénticas. Así quiero morir. Buscando a la pregunta, una respuesta que hasta ahora desconozco.
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